Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














jueves, 3 de noviembre de 2011

Rocinante. Consideraciones sobre viajar en bicicleta.

Quiero hacer una consideración sobre mi forma de viajar. Para quien no lo sepa, tengo 57 años, no he hecho deporte en mi vida, más allá de levantar el codo cervecero (sin exageraciones, eh!). Quiero decir que era un ser del montón, bueno lo sigo siendo, pero me refiero, en particular, en cuanto al deporte. Mi hijo Miguel, uno de los dos maravillosos hijos que tengo la suerte de tener, decidió un día, que quería viajar de Pozuelo a Sydney en bicicleta. El tampoco le había dado a los pedales, pero claro, él tiene una edad y una corpulencia que no es la mía, Salió de Pozuelo y pedal a pedal, con su Bartola, con su fuerza, esfuerzo y tesón, con él mismo y con la amistad que, a través del viaje, ha entablado con otros viajeros, ha llegado a la India. 
Y aprendí de él, que todo es posible si lo quieres, de que no hay más límite que aquel que nosotros mismo nos marcamos. Y algo que, a primera vista, era inconcebible, poco a poco se está haciendo realidad. Rocinante, es bueno, sí, pero mis piernas, mis piernecillas de ciudadano de a pie, que no me sostenían más que, a duras penas, una jornada, me están llevando a realizar marcas impensables. Y estoy contento. Muy contento. Etapas de 70, 90 km, otras más pequeñas o más largas, con más o menos cuestas que cada vez subo con más brío, me llenan tanto, que los pareados que me salen son, sólo, la punta del iceberg que siento en mi interior. Ni en mis más lejanos sueños pensé que sería capaz. 
Pero lo mejor, es que los disfruto. El silencio de no llevar ningún motor, mi relación con el medio ambiente, tan ecológico, la simplicidad del medio, la velocidad a la que me muevo, que me permite ver y oír mi entorno, los ánimos de las personas que me adelantan en sus motos o me saludan desde sus casas, me llevan en volandas y, aún cuando saco la lengua, asfixiado, la sonrisa no se me borra de la cara. Es lo mejor que me ha podido ocurrir.
Viva la bici, viva la familia que tengo y que tanto me quiere y apoya y viva Miguel, porque si no es por tí, jamás me habría metido en esta maravillosa aventura que, aún cuando terminara en éste mismo momento, me ha colmado de felicidad y tantas satisfacciones y placeres me está dando.
Rocinante y yo, os estamos muy agradecidos. Os quiero mucho. Y a ti, Miguel, en particular, mi faro bicicletero, gracias por enseñarme y animarme tanto.

1 comentario:

  1. Gracias por emocionarme, y recordarme por que sigo montando en bicicleta...

    Un abrazo.

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