Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














martes, 22 de noviembre de 2011

Excursión a los Templos de Sambor Prei Kuk. 75 km.

No llevar alforjas, ni peso, facilita muchos las cosas, la verdad. Parece que Rocinante anda solo, casi sin pedalear, jajaja. El caso es que me animé para hacer la excursión, en lugar de en moto, en la bici, mucho más bonito siempre.
Es una maravilla. Oyes los sonidos y sientes todo de cerca. Especialmente si son los martillos pilones de unos forjadores de hierro. La carretera de hoy tenía poco tráfico y era ancha para lo que se estila. Por tanto, sin maletas, buena carretera y buen día, para que quería más. En la alforja llevaba lo indispensable para una avería o pinchazo de Rocinante.
Ya, desde muy lejos, escuchaba, con cierta cadencia, unos golpes metálicos que llevaban un ritmo endiablado, cling, clan, clon, cling, clan, clon... No tenía ni idea qué era, pero cuando sonaban, eran golpes secos y rápidos. A pesar de ir en bici, no tarde mucho en llegar a la forja donde, tres forjadores, ensanchaban un hierro a golpe de mazas con una sincronización perfecta. Era una casetilla mínima, y ahí tenían la fragua, el soplillo y el yunque. Me quedé maravillado con el hierro al rojo intenso, los golpes y el taller.
Poco después, en la carretera ví a un señorito pintado de color azul en el asfalto, con unas marcas e inscripciones. Esto, lo hace la policía y quiere decir que ahí han atropellado a un sujeto. En vietnam, vi muchas bicicletas pintadas, pero no quise fotografiarlas para alejar a los gafes lo más posible de mí, jajaja.
Como es habitual en mí, soy poco previsor y no llevaba comida conmigo. Había desayunado, eso sí, un arrocillo con carne, poca cosa para todo un día, pero esperaba los típicos puestos de la carretera que hoy no había. Así que me he pasado el día sin comer, cosa que haré en un momento. La tripa, bueno, suena y tal, pero se mantiene como ayer, parece.
Y se acabó la carretera. Ya era suficiente, jajaja. Ahora tierra de la roja, de la que te deja todo rojo también a tí y a todos los mecanismos de Rocinante. Como pasaban bastantes coches y microbuses que levantaban mucho polvo, me puse el antifaz, me calé la gorra y las gafas y a tirar.
La vida en esta carretera es muy rústica y ella misma parecía haber sido robada a la selva. Muchas casitas muy sencillas, todas de madera, ganado y algo de arroz. Y muchos niños. En camboya hay muchos niños, pero muchos. En todas las casas hay por lo menos dos o tres. Las edades de todos, oscilan entre los 2 y los 7-8 años. Y hay miles, que salen, como locos a la carretera a saludarme pegando gritos y moviendo mucho sus manitas. Saludo a todos, sin excepción
En una de ellas, vi una nevera naranja grande, que es lo que tienen en todas las tiendas para conservar las bebidas frescas. Son contenedores horizontales grandotes y paré a comprar tres botellas de agua. Menos mal, o hubiera muerto de sed. Pero se ve que hasta aquí no llega el hielo, pero buena, no estaban calientes.
Llego a un puente, con un cartel de la distribución de los templos y una taquilla. Repito lo de el otro día. Me echo a reír, digo que con la bici no me pueden cobrar, insiste en que sí, yo me rio y me rio y le digo que cómo me va a cobrar con lo cansadas que tengo las piernas, ella se ríe también, coge un teléfono, llama a no sé donde y, con una gran sonrisa, me invita a que pase. Los quiero. Aunque hubiera tenido que pagar. Me hago una foto con la taquillera y los niños que venden pañuelos. Con que buen talante se toman siempre la cosas. Incluso cuando regateas, no son muy exagerados en lo que te piden de más, lo hacen de risas. Incluso aunque no compres.
Y, a un lado de la carretera, un cartel, que indicaba un templo. Era una vereda, estrecha y, por las trazas, poco transitada, pero iba de optimista y me metí. Menudo error, jajaja. El suelo es arena más fina que la de la playa. El cartel decía 2.500 mts. Eché cuentas, 5km/h, empujando la bici, en media hora llego. Continuo. Afortunadamente, a tramos puedo subirme y pedalear, lo que lo hace un poco más corto, y efectivamente, de repente, tras decidir en varios cruces sin indicaciones, doy con una torre de ladrillo preankoriana. Y, al lado, otra. ¿Sólo esto?¿hasta aquí he venido para esto?. Saco la brújula para, al menos saber la dirección de vuelta y estoy bastante acojonado por las minas. En la guía, dicen que los templos han sido limpiados de ellas, pero este no parece que lo frecuente ni el gato y me muevo con mucha aprensión.
De no sé donde, aparece un hombre que pasa de largo. Corro hacia él y le pregunto que si no hay nada más. No me entiende ni papa, ni yo a él. Le señalo uno de los torreones y le digo uno, en su idioma, le señalo al otro y le digo dos, en su idioma, digo tres y me pongo a dar vueltas sobre mi mismo, señalando a todos los lados y, finalmente, me paro frente a él, diciendo tres, con los hombros subiendo y bajando. Lo entiende. Me indica otro camino y, por mas que le pregunto si cerca o lejos, haciendo dibujitos en la arena del suelo, no hay manera de que suelte prenda.
Decido ir y ver que pasa. Lo que encuentro, bastante cerca, es mucho más bonito. Doy la vuelta y desando el camino. Lo curioso, es que lo desandado siempre es más corto. Pedaleo mucho más rato con el aprendizaje de rodar sobre la arena, aunque, a veces, doy unos bandazos estupendos y me quedo clavado.
Llego a los importantes. Y hay unos puestos que todos quieren tu dinero. Paso de largo y voy en busca de más templos. Doy con uno que se lo ha comido un árbol. ¡Que cosa más bonita!. Me acuerdo de mi familia. Me gustaría estar todos juntos, viéndolo. La hora, se me va echando encima. He calculado que tardaré tres horas en volver. Lo mismo que en venir. Con ciertas prisas, voy viendo maravillas de los antiguos, de ladrillo. Hay muchos sueltos y me hubiera gustado quedarme uno, pero son suyos. De los antiguos y de los modernos, así que no hay nada que hacer.
Cuando salgo, en los puestos que vi al entrar, veo uno que tiene cocos. Los cocos, para mí, son como pociones de nergia que me bebo. Siempre que lo hago, me dura el efecto entre una hora y dos y, en ese tiempo, vuelo, lleno de energía.
Estoy escuchando a Bruce Springsteen, Born in the USA, que acabo de mirar en el translator y significa nacido en usa. Las teclas, suben y bajan solas. Yo, sólo miro lo que escriben.
Con la energía del coco, dejo estela en el camino y levanto más polvo con las ruedas que los microbuses. Y pronto, tras muchos jelos, llego al asfalto. Sólo me quedan 16 kilómetros y voy sobrado de tiempo.
Me engancho a los verdes de los arrozales, que me hacen soñar y casi morir de gusto. Pedaleo sin darme cuenta. Estoy cansado, pero tengo fuerzas sobradas para llegar. Ya cerca me meto para el cuerpo un botellín de zumo de caña. mi segunda bebida energética. Y vuelvo a volar. Sin tocar el suelo, llego a mi casa. Las escaleras me recuerdan los 75 Km., que he hecho. Me ducho, escribo un poco de esto y me voy a cenar. Ha sido un bonito día, afectado por la carta de Miguel.
Banderitas



Forjadores


Mejor no aparecer pitado en semejante sitio



Bomba de los pozos que hay en algunas casas o cerca de ellas. Pozo comunitario.

mariposa del país

Así era el camino, a trozos

Aparte de templos, había unos arboles tremendos



TEMPLOS












La maravillosa taquillera que me facultó la entrada y niños vendedores



Les encanta bañarse y, si encima tienen freca y húmeda comida... Andaban y comían

Este cartel, es una pena que tengan que ponerlo. Mucho piernas hay por el mundo.

Escultura de la Kampong Thom


En el pueblo en el que estoy, debe de haber algún festejo gubernamental, todo está lleno de banderitas y en el hotel han puesto un cartel con los jefes de país. Hoy hay multitud de clientes. El parking, está lleno, pero ninguno de los carros imponentes que hay, brilla tanto como Rocinante.
Y una última cosa, pero la más importante, porque es la que más me apetece escribir. Quiero dar las gracias a mi familia, maravillosa familia, por su ayuda, colaboración y empuje para que pudiera realizar este maravilloso viaje. Sin su apoyo, nunca sería lo mismo, es decir, excepcional. :-)

2 comentarios:

  1. Eres un viajero de tomo y lomo... Y de fotografo no digamos nada, por que fiuuuu... muy buenas...

    Me gusta mucho las que haces de gente trabajando...

    Un abrazo, mucho animo!!!!

    P.D. Cuidate el estomago y se previsor joio!!!!

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  2. Mucho animo para los 2

    Abrazos,
    Carlos y Gemma

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