Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














viernes, 25 de noviembre de 2011

Kampong Kdei-Siem Reap. 65 Km.

Una de las etapas más duras de ésta parte del viaje. Quizás lo peor de todo, por mi parte, fue llevar en la cabeza que era "pan comido". Nada más lejos del a realidad. Llevaba 2 etapas muy duras, de muchos kilómetros, unida al día de la excursión a los templos pre-angkorianos. Y por lo que se ve, estaba más afectado de lo que pensaba. No podía con mi alma desde la salida.
Pero, al mal tiempo, buena cara dicen y decidí que lo mejor era no ir pendiente de los kilómetros que hacía, disfrutar con el entorno y que éstos fueran pasando solos. Lo malo es que solos, lo que se dice solos, no pasaban, había que dar pedales y me dolían las rodillas, poco, eso sí y los brazos, manos y hombros, mucho, eso también, pero seguro que mucho menos que a unos segadores de arroz, a los que me acerqué a ver y que saludaron con muchas risas, gritos y aspavientos, ofreciéndome la hoz para que les hiciera el trabajo. ¡Lo que me faltaba!, jajajaj.
Hoy, a los niños, le había comido la lengua el gato y, sin saludos y gritos la ruta se hacía más dura aún. No fué hasta bien entrada la mañana que, algunos saludaban y gritaban. habían transcurrido tan solo 2 horas desde mi salida, cuando paré en un poblado a comprar un pareo de los suyos, los que los hombres utilizan con frecuencia, sobre todo cuando lo usan para trabajos acuáticos. Son más cortos, llegan a la rodilla nada más. Y también me metí un coco para el cuerpo que, ya se sabe, es pura dinamita para mis agotadas fuerzas. Y, por primera vez, vi a una pareja de viajeros en bicicleta, una pareja que parecía algo mayor que yo.  Pasaron por la carretera mientras bebía el coco. To contentos, Rocinante y yo, emprendimos la marcha con ánimo de darles alcance y saludarlos. Cuando lo hice, me ignoraron y ni siquiera me miraron, los muy bellacos. Me dolió, jajaja, pero bueno, pensé, irían concentrados. Más adelante, hice una parada a la sombra de un árbol, para dar unos tragos de rica agüita, y cuando pasaron a mi lado, volví a saludarlos y de nuevo ni caso. Les desee chinchetas en la carretera, jajaja. Y que no quería volverlos a ver, pero mira tú por donde, al poco, me los encuentro por la cuneta, empujando sus bicis, en dirección contraria a mí, por el arcén. Y esta vez, el que no los saludé, fui yo. Ellos, me desearon chinchetas en la carretera, jajaja.
Al rato, ya digo que iba que no daba de sí, vuelta a parar en otra sombra y vuelta a pasar los sujetos (que mala suerte). pero no fueron los únicos. Un gran grupo de viajeros, separados entre sí por las fuerzas de cada uno, en bicis, de viaje organizado, es decir, que llevaban avituallamiento en furgonetas, con paradas organizadas y todos de uniforme, camiseta blanca y pantalón negro, empezaron a pasar. La primera era una mujer que daba pealadas como si le fuera la vida en ello. Más que pedaladas, eran pisotadas en los pedales y llevaba una velocidad de vértigo. Y no paraban de pasar, ya digo, a intervalos. Volvía a subirme a Rocinante y, con ellos como liebre, fue el momento que más kilómetros hice del tirón, como 25.
Llevaba cerca de 50 y los hombros me ardían. Los ciclistas habían llegado a un punto, donde se ve que terminaba la etapa y los llevaban a Siem Reap en furgonetas. Y, a partir de ahí, solo de nuevo. Fueron los 15 km., más duros del mundo, teniendo que parar en la entrada de Siem Reap más de media hora, para tener fuerzas suficientes para encontrar acomodo.
Los gremio, se ve que van por zonas. De repente ves algo que nunca has visto, y empiezas a ver cada vez más de lo mismo. Y, cuando se termina, ya nunca lo vuelves a ver. Hoy a tocado, canutillos de bambú. Los venden de distinto diámetro y los ponen cerca del fuego, a saber porqué. Pregunté y me dijeron que eran para beber, pero creo que no me entendieron o yo no entendí la respuesta, puesto que algunos estaban rajados.
Y llegué al Happy guesthouse donde, de milagro, me dieron habitación. Quizás hoy me tengo que mudar. Ya veremos. Y aquí, en la guest, había dos españolas de vacaciones de fin de carrera, y unos viajeros, argentino y francesa, que habla español perfecto pero con acento argentino. Y solté la lengua mucho, que la hacía falta. Cansada de no hablar, hasta le costaba pronunciar las palabras.
Y una anécdota curiosa. Hoy se me ha picado una niña con otra más pequeña detrás, jajaja. Cómo pedaleaba la pequeñaja, con qué brío. Y eso que las piernas apenas le llegaban a los pedales. Me ha ganado, por supuesto.
Otro bicho del pais. Las antenas tenían un largo desmesurado

Segadores de arroz


No se lo lleva el rio fácilmente

Venta de hojas en el mercadillo


A esta mujer le dio un ataque de risa conmigo que alteró a todo el mercadillo


Canutillos de bambú



Otros niño, en otro rio

Grupo demúsicos y bailarinas en Siem Reap

Masaje y limpieza de piel por peces


1 comentario:

  1. Hola Juan, vas a tener que plantearte las etapas de otra manera, estas yendo a golpes y eso lo pagas en la ruta a largo plazo.

    En mi opinión, deberias mantener el ritmo más constante globalmente.

    Otra cosa que me extraña es la falta de cordialidad entre cicloturistas... Aun no has encontrado nadie que se pare a preguntarte o a hablar un rato... curioso, nunca imagine que te ocurriria...

    Bueno, me alegra ver que estas fuerte.

    Por cierto, el chaval que tal?

    Un saludo.

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