Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














domingo, 13 de noviembre de 2011

Kep-Chhuk. Cambodia. 70 km.

Estoy molido y me duelen las rodillas, pero contento. He decidido tirar a Phonm Pen. Creo que me quedan 90. Imposible hacerlo en un día, si es como hoy. Viento de frente continuado. Imposible escribir mas en este ciber. Lento y teclado duro como la piedra, las teclas se atascan...Me explayaré más cuando sea posible y pondré alguna foto, aunque he hecho pocas.

(añadido posteriormente)


Casi, como es costumbre en mí, salí más tarde de mis deseos iniciales. A las 8:20, ya estaba en marcha. Hay que tener en cuenta, que a las 17:30, anochece y a las 18 es noche cerrada. De 10 a 14, hace un calor endiablado. El termómetro de la bici, hoy marcaba 43,6, a pleno sol, como siempre voy, salvo que llueva. Esta mañana, o anoche, tenía dudas de la ruta y así me he puesto en movimiento. Quiero señalar, al margen de éstas consideraciones, que para desayunar, me comí, dos tomates, un pepino y media fruta de esas que ya he enseñado y que no sé cómo se llaman. Estoy pensando que igual son papayas. Cuando tenga internet, lo miraré.
He salido de Kep, contento, cantando a voz en grito y diciendo pareados tontos, del tipo de Vamos Rocinante, hasta Phnom Pen y tan campantes, eoooooooo, eooooooo, ni yo me lo creo. Paro salí animoso. Al poco de salir, y como no me había despedido del mar, vi un camino que iba directo a él. Nos metimos, le salude y desee buenas mareas y continuamos.
Al poco rato, otra parada. Esta vez para ver como separan el grano de arroz de la rama. Desde la carretera, vi a unos niños dando ramosos sobre un tablón inclinado. No me pude refrenar, dejé a Rocinante apoyado en un tronco de la puerta de la parcela y, armado con la cámara, buena cara y la mejor de las sonrisas, pedí permiso para hacer fotos a la tarea. Aceptaron y las hice.
Y, de repente, decidí que me iba a Phonm Pen, directo, sin más rodeos ni paradas, salvo las puramente imprescindibles, las que, por más que quiero, e incluso me paso de largo, Rocinante, aminorando la marcha, gira 80 grados y se para. Qué le vamos a hacer. Pero sólo esas. Y Llegamos a Kampot. No conté antes, porque se me ha olvidado, que aparte del desayuno hortícola, llevaba conmigo, en la redecilla de la mochila, otra papaya entera, mucho más grande, como de un kilo, por lo menos, y un plátano, en el bolsillo, que me dieron ayer, cuando cené, de postré y que me guardé para hoy.
Pues cuando estaba entrando en Kampot, en un puente pequeño, que además produce un estrechamiento en la carretera, un bache y, hala, ayá que te vá la papaya. A la carretera. Un coche que venía detrás, pito y curiosamente, porque no paran de pitar, vi que en ese pitido había algo y giré la cabeza. Y ahí estaba mi papaya, en su bolsa de plástico, a punto de ser chafada por los camiones, coches y motos que pasaban. Paré, giré y, en sentido contrario, algo normal aquí, pero no tanto como en Vietnam, me dirigí raudo a salvarla de un aplastamiento seguro. Cuando llegué a ella, de frente venia un camión, pero como ellos hacen, yo a lo mío. El camión pitaba y pitaba (venía despacio, eh?). Y llegamos a ella. Me paré en la carretera, me incliné y la recogí. A todo esto el camión había llegado hasta  nosotros y paró. Cuando levanté la vista, con la papaya en la mano, el camionero se estaba riendo.
La até de nuevo como pude y me fui en busca de una sombra para comerla. No deseaba más accidentes. Entre el desayuno y esta comida, habrían pasado una hora y media, más o menos. Encontré una en un parquecillo solitario y allí, después de ser mordido por unas hormigas caníbales, me la comí. Enterita. Hasta me costó. Pero no pensaba tirar ni un trozo.
Y a la carretera. Hacía un calor abrasador y el puñetero viento en contra que me ha acompañado durante todo el día. ¿Porqué el viento siempre sopla en contra de uno?. Si vas, de frente, pero es que si vuelves, ese día también lo tienes de frente. No lo entiendo. Tenía que empujar con las piernas constantemente en los pedales, con fuerza. No había inercias. (Pequeña reseña: ésta mañana, harto de los chirridos de la cadena por más que le echo aceite (o lo que sea del bote verde, que dice que es para lubricar cadenas), le puse aceite de verdad, de coche, y ha sido un acierto. No suena nada y va suavecita, pero el cambio me está dando algún problemilla). Como a la media hora de la salida y comida de la papaya, asfixiado, paré e beberme un coco. Grande, hermoso. Y continué. No habían pasado ni treinta minutos y estaba blanco, tenía mal cuerpo y sudores fríos. Intenté no hacer caso e hice mal, porque uno o dos kilómetros más a delante, me tuve que parar en una sombra que tenía una plataforma de madera, y entregarme a mi mal estado. 
Me sentía desfallecido, me dolía la tripa o el estómago, yo que sé, porque me dolía todo y tenía muy mal cuerpo. Me tumbé en la plataforma y ahí estuve cerca de una hora, hasta que noté que estaba mejor y unos picores de bichitos que quizás había en la madera, que no se si eran reales o imaginarios. Y me puse nuevamente en marcha. Pedal, pedal, pedal, hasta que, con el cuerpo más centrado, paré a comer unos espaguetis de arroz y un zumo de caña, que me cayeron de lujo. Y un poco después me acordé del plátano que tenía en el bolsillo. ¿Cómo estaría?. Metí la mano en el y choque con algo blandurrio y pringoso. Me lo comí en dos patadas y avanti. Cuando llegué a Chhup, estaba y estoy extenuado, deseando bajarme de la bici y tumbarme en una cama. Chhup, es el primer pueblo que he encontrado desde que salí de Kep. Y afortunadamente, hay UN guesthouse, que lógicamente, cobran. 6$, la habita. Con tele y ventilador.
Caí rendido. Eran las 15,30, más o menos. Subir las escaleras, hasta el segundo piso, me costó lo suyo y, en cuanto rocé la cama, tras darme una ducha, dormido. A las 17, me desperté, e intenté encontrar un ciber, que encontré, pero muy deficiente, a 1,25$/h. Seguía muy cansado y busqué un puesto para comer algo. Pedí dos huevos cocidos y media barra de pan, con un batido de plátano. Y me bebí el batido, me comí la barra y los huevos, que tenían pollito dentro, ésta vez los dejé. Lo siento.
Y al hotel a escribir esto y a dormir, que mañana va a ser duro, seguro. 
No se que pasa ni de donde salen, porque tengo la ventana cerrada, pero tengo la cama, que hoy es blanca, llena de bichitos. Y cada vez hay más.
Separando el grano de la espiga

Estudiando

Monjes en su peregrinar diario para el sustento

Rotonda de Kampot, con un Durian como protagonista

Estos carteles son los que más me ponen

Supongo que incubando a los pollitos que luego me ponen

Trabajando

Ventana al fondo del pasillo de las habitaciones de mi hotel. Era un cuadro

Rocinante en el cibera

Niños cenando huevos

Aún sonriente, estaba lívido por un principio de corte de  digestión, debió de ser

Habita del hotel de la ventana en el pasillo y los bichitos en la cama

Así caí según llegué. Ahito

Bichitos de mi cama

Muchos bichitos. Luego fueron cayendo más. Y por la mañana, ni uno!


1 comentario:

  1. Animo vecino que ya has pasado el periodo de aclimatacion. Ahora es perseverancia. Una abrazo. ¿por cierto, donde diablos dejas la bici cuando vas de excursion?

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