Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














sábado, 12 de noviembre de 2011

Isla de Koh Tonsay.

Mientras ayer escribía el blog aquí, en el resort, entable conversación con unas francesas voluntariosas, Sun y Carole, que pusieron todo su empeño en dialogar. Gracias a que una sabía un poco de español y a mi incipiente inglés y francés, en un popurrí de idiomas, conseguimos entendernos.
Además, me contaron que al día siguiente, iban a visitar una isla. La isla de Koh Tonsay. Que era muy bonita. Costaba 7$ por persona y comprendía transporte en tuctuc desde nuestro "hogar" hasta la barca, la travesía de ida y vuelta y traslado de nuevo al hogar.
La verdad, es que lo dudé. Ya acababa de estar en Phu Quoc y, las islas, me encantan, pero no sé, no lo tenía muy claro. Me acosté, quedando a las 7,30, en la terraza. A media noche, me desperté y decidí que no iba. A las 6,30, volví a despertarme. Pensé en pasar una nota por debajo de la puerta, anulando la cita. Pero no lo hice por pereza. A las 7, me duché, y cuando salí de la ducha, decidí que sí, que iba.
El trayecto en tuctuc, agradable. Pero no dejan de asombrarme estas motos. Con lo poquilla cosa que son y lo que mueven. Si llegara el caso, moverían montañas, vaya que sí. Sin ir más lejos, esta de la foto, movía a cuatro personas, dos buenas mochilas y el remolque o tuctuc, además de a ella misma. Casi nada.
El barco, sin embargo, iba sobrado y, si no fuera por ese motor externo que llevan y que son bastante ruidosos, habría sido una gran delicia, Así, se quedó en delicia.
El tuctuc, cuando nos recogía

La isla, preciosa

"Nuestra barca"

Sun y Carole 

Y la isla, una pasada. Bonita, bonita. Muy tranquila, muy poco habitada y accesible para rodearla a pie. O eso creo. Al principio, se va por una vereda cerca del agua y entre árboles, poca dificultad. Tras una buena caminata llegamos a una playita desierta y nos dimos un baño. El suelo, curiosamente, es fangoso y da una rara sensación, pero un baño es un baño y lo disfrutamos a placer.
Continuamos. El asuntillo se fue poniendo más cansado, sobre todo para mí que, al llevar conmigo la ropa justa, debo cuidar que no se moje o estropee. Y las zapatillas. Como sabíamos que íbamos a andar, me llevé las romanas, que son las únicas que tengo. Son de piel y no quería mojarlas, pues pretendo que me duren mucho. Así que después del baño, llevaba la camiseta puesta con el bañador, las zapas en la mano, la botella de agua y el pantalón en la otra y la bolsa del tesoro, cruzada en bandolera. O sea, un número.
El suelo cambiaba de piedra a arena, cada vez con más frecuencia y, en el agua, había unos chinarros de cuidado, muy dolorosos para los pies. Chinarros, arena, piedra, arena, chinarros... Al principio, por conservar las zapas, iba descalzo, viendo las estrellas, suplicando al cielo que se terminara pronto ese tramo. Sun y Carole, con zapatillas, pareo y un bolso, una de ellas, en las piedras y chineros, me sacaban ventaja que, luego, en la arena, recuperaba a marchas forzadas.
Llegó un momento que no podía más y empecé a ponerme las zapatillas, con los pies mojados en los tramos de piedras y arena. No quería hacerlo, pero no podía más. Cuando llevaba repitiendo esa operación 8 o 9 veces, las zapatillas, por dentro, estaban mojadas. A las 15 o 20, empapadas. Y eso no se acababa nunca. Avanzábamos despacio, pues el trayecto no era despejado, si no que teníamos que ir rodeando árboles, arbustos, maleza y piedrolos. A las 25, me las puse definitivamente. Y empecé a gozar del paseo de verdad. A pesar de ello, llegamos a un punto en que tras intentarlo un poco por el interior nos fui imposible continuar. Era zona de manglares. Y por el agua, los manglares avanzaban considerablemente.
O volvíamos, o al agua. Votamos, y al agua. Metí en la bolsa de los tesoros, todo lo no mojable. Dinero, cartera, reloj de la bici, navaja, etc. Acorté la bandolera a tope y la bolsa me quedaba en la barbilla, chocando con las gafas de ver y de sol. La gorra puesta, las zapatillas también y el pantalón y la botella en una mano.




Secado de algas





Jugaban dando a una zapatilla con el pie. Dicha zapatilla, si daba al dinero que estaba colocado como a 5 metros, en el suelo, se lo ganaba el tirador


recoleccionando cocos

Los cocos recoleecionados

Afortunadamente no cubría mucho, pero llegó un momento en que me quedé clavado en el fango. No podía sacar el pie. Y si lo sacaba, la zapatilla se quedaba incrustada. Y la perdía. No podía ser. Aprendí a sacarlas, levantando un poco la puntera y luego el tacón, pero cada paso me llevaba una eternidad y era agotador, y la distancia a recorrer, como 200 metros. Vi que ellas avanzaban a buen paso y se alejaban.
Decidí quitármelas. Junté los pies, saque uno y luego el otro. Ellas se quedaron incrustadas. Con todo en una mano y levantando la bolsa de los tesoros, me incliné, un poco de costado para cogerlas. Las gafas y la bolsa me ahogaban pues, por la profundidad, aún estirando el brazo a tope, no llegaba bien. Cogí una, que la uní, a la mano que se quedaba fuera empujando la bolsa, con la botella y los pantalones. Cuando fui a coger la segunda, no daba con ella. ¿Se la habría tragado el fango?. Alarma. Varias prospecciones después, la encontré. Feliz y radiante, avancé a tan buen paso, con el agua a la cintura que, llegué a juntarme a Carole, entretenida en hacer un sinfín de fotos.
Y llegamos a una lengua de tierra y playa, muy alegres y contentos por haber salvado la dificultad y porque pensábamos que, al haber terminado los manglares, volveríamos a una vereda, como al principio. Caían algunas gotillas y al fondo, en el continente, se veía que diluviaba.
Preguntamos a unos pescadores que vivían ahí, en una cabaña, y nos dijeron que el camino era malo, que nos quedaban, por lo menos, 2 horas (eran las 12 y teníamos que estar a las 16 para que nos recogiera la barca). Llevarnos él, 1 dólar por persona. Yo lo habría negociado, pero éramos 5 (se había sumado un matrimonio) y el voto fue unánime. Seguían cayendo gotas.
Veo que viene el hijo de él, con una botella de litro, a la mitad de gasolina. Se la hecha. Los cinco nos subimos a una barca bastante vieja, pero no pensábamos cruzar el Golfo de Tahilandia. En el suelo de la barca, había bastante agua. Arranca ese motor que lleva una hélice a  5 metros de él y echamos a navegar. Se mete un poco mar adentro, como 150 metros. El motor ratea, tose, pero avanzamos. Con una sinfonía de subidas y bajadas de revoluciones, tosiendo de cuando en cuando, avanzamos y el marinero ni se inmuta. Pues yo tampoco.
Cuando estamos a dentro, lo más lejos de la tierra, el motor tose, tose y tose y deja de toser. Oh, no. Calculo la distancia y la veo sin problemas para llegar nadando, pero ¿Y la bolsa de los tesoros?. Cámara cartera, teléfono y su cargados, ratón, etc.
El marinero sonríe, no pasa nada, viene a decir. Tira de la cuerda un par de veces y el motor arranca perfecto. Tosiendo, vamos avanzando, pero se vuelve a parar. El nivel del agua del suelo ha subido como 10 cm. Todos nos vamos mirando, con caras de risa, la verdad. Estábamos asombrados, pero no asustados.
Vuelve a tirar de la cuerda y, al hacerlo, uno de los hilos que la conforman se parte, se atasca en el agujero por donde entra al enrollador y queda colgando pero, para nuestra fortuna, el motor ya había arrancado.
Mas acelerones, relentís y toses, toses, toses y plof. Se vuelve a parar.
La verdad es que al marinero no se le veía nada preocupado. Quita el trozo de cuerda roto, para que se introduzca en el enrollador, pero la cuerda, ahora, es mas delgada. Tira y tira. Pero ni a la de tres y además, la cuerda está a punto de partirse.
Nuestra incredulidad no tenía límites. Como podía estar pasándonos eso. Preguntamos por remos, jajaja, dice, remos, en un barco a motor. Que tontería.
El agua del suelo está un poco mas arriba y calculo las posibilidades reales de llegar nadando a la orilla, con la bolsa en el aire. Lo veo difícil. Pero la diosa "corrientes" nos transporta, mecidos suavemente, a la orilla, a nuestra orilla. Hemos avazado, por lo menos 300 o 400 metros, mágicamente, como con motor y al llegar, girando el timón hemos llegado a tocar con la quilla en la arena. Si no lo veo, no me lo creo.
Bolsa de los tesoros, salvada. Biééééééén.
Comemos. Mis compañeras, Carole y Sun, me invitan, lo que interpreto como una aportación al viaje. Muy agradecido. Nos bañamos y volvemos al continente. Ellas se van a su hotel, porque se han cambiado y yo al mío.
Elijo un pescado para cenar, con arroz. Aquí, los restaurantes, tienen una parrilla y las cosas medio hechas. Tu eliges lo que te quieres comer y te lo acaban. Mientras me lo cenaba, que por cierto, estaba muy bueno (1,2$.), trajeron a la mesa de enfrente, cangrejos. Una cangrejada de tomo y lomo. Me dio pelusa, y me pedí 2, nada más. Por errores humanos, tras casi tres cuartos de hora  de espera (sin protestar y esperando ese tiempo. Quien me ha visto y quien me ve, jajaja), pregunté, ahí si estaba mosquilla y me dijeron, pues eso, que se les había olvidado que tal y que cual. Pagué y me fui, sin cabreo de ningún tipo, pero un poco de bajoncillo si tenía, por la espera y por quedarme sin ellos, jajaja.
Antes de cenar había decidido que después de la cena a casita. Para no gastar y escribir. Pero después del chasco, si que me apetecía tomarla. Pasé por un bar que estaba bastante lleno de turistas. No era ese mi sitio. Pasé por una discoteca abierta, camino de casa. Tampoco me motivo. Poca gente. Y continué, abandonando la cerve.
Pero un poco más adelante, a la izda., en un sitio que no había visto el día anterior, muy separado de todo, había luz, bastante gente y luces de colores. Pegado al mar. Me pareció un buen sitio y me metí. Cuando estaba cerca, me pareció que era algo particular, que de discoteca nada. Un armario venía derecho a mí. Llevaba galones y uniforme. Pero uno de los comensales le dijo algo y se detuvo. Giré a Rocinante y ya me iba cuando, con una cerveza en la mano, otro me llamó. Y lo de otras ocasiones. Fiesta, cervezas, olvido de los cangrejos y....  a dormir.


Esas hélices llevan los barquitos



Así de negro se puso el cielo en nuestro paseo. Y, en una de esas barcas, tendríamos que haber subido, que eran nuevas, jajaja.

Carole y Sun, de izquierda a derecha, médicos francesas. 

El barquero que nos llevó y nos trajo de la isla 
El tuctuc
Así de bien acompañado estaba mientras cenaba.

NO SE PUEDEN USAR LAS FOTOS NI EL TEXTO
El grupo de personas que me invitó a su fiesta. Gracias

1 comentario:

  1. Vaya aventuras!!!! Para escribir un libro!!!!...

    Una idea que se me ocurre para lo de tus zapatillas....

    1º busca unas sandalias de goma... si puedes...

    2º Si no puedes, hazte con una cuerda, y las atas, y despues la cuerda te la enrollas a la cintura... La longitud la que te permita andar rapidamente en seco... No se si me explico...

    De esa manera si se te atascan, con tirar de ellas saldran... O eso o la zapatilla a trocitos... pero creo que te funcionara.

    Para lo de tu bolsa de tesoros... Si no has llevado una funda impermeable, hazte con una garrafa, y create tu cofre "flotante"... con un poco de maña y cinta aislante puedes tener un cofre que flote a tu vera... además de boya salvavidas....

    Y no, no he practicado esto que te comento, pero leo demasiados libros de aventuras... por ejemplo "Papillón"... :D

    Un abrazo juan.

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