Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














lunes, 2 de enero de 2012

Phangnga city_ carretera a Kravi. 72 km. Thailandia. Tailandia

Sin prisas, me he levantado a las 8, 30, y me he puesto en marcha a eso de las 9,30-10h. Está nublado y cae alguna gota de cuando en cuando. Nada importante y que además se agradece, que el Lorenzo escuece. Al salir, curiosamente, me encuentro con el francés de ayer, el de la familia. Nos saludamos muy efusivamente y nos despedimos, quedando en hablarnos a través del mail. 
Pregunto por Kravi, y me mandan en una dirección. Como es lógico, es por la que voy, cuando un coche, se coloca detrás de mí tocando el claxon. Los cristales de los coches, incluso el delantero, o son negros, o son de espejo y nunca ves a quien conduce ni a nadie, pero por la ventanilla, van agitando la mano para que me detenga, cosa que hago.
Son las dos mujeres a las que pregunté anteriormente. Me piden perdón, todo en su idioma, y me indican que "donde dije digo, digo Diego", o lo que viene a ser lo mismo, que me han mandado en dirección equivocada, justo la contraría. Pobres. Giro 180 grados y, tras avanzar un buen trecho, llego a un cruce con semáforo. Pregunto al coche de mi derecha (recordar que se conduce al revés) y me indica que es a la izda. Tomo dicha dirección, pues el informante es una de esas furgonetas, de las que Tailandia está toda llena, que utilizan para transportar a los turistas. Suelen ser blancas o plateadas, llevan alerones delanteros y traseros y ruedas de aleación, con sonidos de escape de competición, y van a todo trapo. Es, deduzco, un conductor profesional, avezado en todo tipo de carreteras. Cuando llevo unos 300 metros, me vuelven a pitar insistentemente. Cuando miro para atrás, son las dos mismas mujeres de antes que, con gran esfuerzo, consiguen decirme que vuelvo a ir mal y que ellas me llevan a la carretera que me corresponde. Que las siga.
Por fín lo logro, gracias a estas dos fantásticas mujeres y me encarrilo camino de Kravi. Estoy contento porque no hace calor, está nublado, es día uno de enero y ya han pasado las fiestas, de las que, de alguna manera, me he sentido preso, así que vuelo ligero sobre Rocinante por una carretera que, al menos por ahora, es más llana que otra cosa. Los mojones, o elevaciones sorprendentes del terreno que ayer vi a través de la barca, hoy están en tierra y voy rodeado de ellos a ambos lados. Un un momento determinado veo un par de enormes trozos de piedra que se han desprendido de la montaña. La luz no es buena, pues está  nublado, pero el efecto es bárbaro. Tras una gasolinera, veo un prado que me permite acercarme lo suficiente. Cuando estoy haciendo una foto, una mujer me llama y me dice que salga de ahí de inmediato. Hago gestos de que sólo es una foto a la montaña, pero insiste mucho en que salga. Mientras lo hago, tiro alguna foto más, con el consiguiente enfado de la señora. Y con razón, jajaja.
Me hubiera gustado meterme entre las piedras, pero no ha podido ser. Y, como me quedo con las ganas, voy atento, buscando algún otro bonito sitio que me permita fotografiarlo a gusto. No tardo en encontrar a un árbol, en una pared de piedra, cuya base se ha desprendido, quedando, éste, casi con las raíces al aire, creciendo sobre la nada. Me vuelvo a meter en otro prado, pero esta vez nadie me dice nada y puedo hacer la foto tranquilamente.
Hay templos grandes, magníficos y otros, mínimos, elementales, con lo justo. Hoy le ha tocado visita a uno de éstos. Por dos motivos. Porque está pegado a la roca y porque tiene un Buda grande y en un entorno bonito. Da  la sensación de que todo el dinero se lo hubieran gastado en la gran figura. El resto es lo más espartano, justo y sin acabar, que de un templo, yo haya visto. Y ni un solo monje.
Ahí, más o menos, ha empezado a llover un poco y los mojones seguía acompañándome. He visto uno, que desde la carretera, me ha hecho reír. Si lo veías tal cual, pechos de mujer y si le dabas la vuelta, testículos, jajajaja. Estos son los trascendentales pensamientos que me asaltan mientras pedaleo, jajaja.
El día iba empeorando a medida que avanzaba la tarde. He parado a comer y cuando terminé llovía aún un poco más. Y ni un resort. Sí que ví un hotel, de los de tipo edificio, pero acostumbrado como estoy a las cabañas, no me pareció oportuno ni siquiera preguntar. Y no hice bien, porque a partir de ese momento, la lluvia, se hizo persistente y contínua. Me quedaban 39 Km. para Kravi, demasiados, pues eran las 16,45, a falta de 2 horas para anochecer, con lluvia y la carretera que ya era ondulada. Para llegar de día, tenía que hacer una media de 20 km/h y en esas circunstancia, complicado. Pero no quedaba otro remedio. O Kravi o Kravi. Así que apreté los puños, encendí el piloto trasero y empecé a pedalear lo más fuerte que, sin averiarme, podía. La media, no la iba sacando, y la lengua sí, así que cuando vi a lo lejos la entrada de un Templo, grité: Viva la horchata de chufas!!!. 
Entré todo mojado y feliz, en busca de un monje. El primero que ví, me mandó en busca de otro. Encontré un pequeño grupo bajo una especie de "cenador". Pregunté que si me podía quedar a dormir. Uno de ellos, salió y, al rato, volvió diciendo que naranjas de la china. No lo podía creer. Eran las 17,10, estaba empapado y llovía sin interrupción. Me mosquee y apelé al espíritu de Buda. Empecé a rasgarme las vestiduras y a llorar a moco tendido. Bueno, eso es lo que debería haber hecho. Pero me mosquee, dije que no me iba ni de coña y que cómo tenía la desvergüenza de decirme que no, a la hora que era y con el día que hacía. Desde luego que no pensaba irme. El grupo miraba alternativamente a mí y a Rocinante. Más a Rocinante, yo les atraía poco. Frente a ellos, estaba la sala de oraciones y otras cosas. Son salas grandes y tienen un porche. Les dije que me instalaba en el porche, sí o sí. En esto vino otro monje más joven y, más razonable, pues me indicó que de acuerdo, que me quedara, pero dentro del a sala. Era el monje jefe. No hay mucha diferencia, pues puertas y ventanas, y hay unas cuatas, bastantes, y grandes, no tienen cristales, pero estoy a cubierto y sobre una alfombra, a los pies de Buda, que me protege de todo, incluso de los mosquitos, jajaja. Me han traído una lata de sardinas, y tres botellas de agua, junto con dos briks de chocolate individuales. Gracias!
Y no para de llover. Mañana, los caminos y antecunetas van a estar embarrados. Eso si no llueve mañana también. Ojalá que no, pero si toca, pues a mojarse.



No se aprecia muy bien, pero los dos trozos de las palmeras, están desgajados de la montaña

Venta de comida en la carretera


Arbolito en el "aire"







A determinadas plantas, les hacen casitas cerradas, para que no se escapen.

vendedora de hongos, en la way

jajajaja. Mis elucubraciones!

palmeras peludas

Rocinante, impertérrito bajo la lluvia suave




mi dormitorio

1 comentario:

  1. Un abrazo pasado por agua Juan... Me ha gustado mucho tu día...

    Me impresionan las figuras de los monjes, aunque en piedra, son tan reales...

    Un abrazo.

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