Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














viernes, 6 de enero de 2012

Ao Nang Beach. cuarto y ultimo día. Thailandia. Tailandia. Bicicleta.

Se acabaron las vacaciones, jajaja. En cuanto pasan 3 o 4 días sin montar, y eso que ayer y ante ayer, si hice algunos kilómetros, me entran las ansias de salir corriendo. Y no digamos a Rocinante, que está que no para en la puerta del bungaló.
Ahora si que se acabaron las fiestas, otra cosa que me ha tenido un poco descentrado. Hay que tener en cuenta que, aunque no quieras, los recuerdos y las sensaciones de lejanía, se notan mucho más en éstas circunstancias. Y afectan, vaya que afectan. Al menos, a mí.
Me he pasado la mañana delante del ordenador, dale que te pego a los mapas de Malasia, que si voy por aquí, que hay de esto y de aquello, que si mejor me voy por allí, para ver lo otro. Me he hecho una ruta, hasta Kuala Lumpur, muy montañosa, mucho. No sé si la haré, finalmente. Nunca lo sé. Rocinante, a veces, decide por su cuenta, orientando su rueda en una dirección y yo, la verdad, nuca se lo impido. El también tiene derecho a decidir por los caminos por los que rodamos. A fín de cuentas, quien mejor que él para elegir. Yo dirijo las paradas, los puntos de avituallamiento, las miradas, los ritmos, que no es poco. Y también, ambos, digo, la ruta.
Malasia. Otro país. Lleno de misterio para mí. Cuando voy a cruzar una frontera, la cruzo contento y alegre, pero también cauteloso. Todo es nuevo. Idioma, comidas, costumbres y sensaciones. No sé porqué, cuando lo hago, es como si entrara un chorro de aire fresco en mi corazón. Se me abren todas las vías y no quiero decir los ojos. Como omóplatos, que decía un amigo querido. Malasia. Pais, en su mayoría musulmán. He de cambiar los templos por las mezquitas y me va a dar pena. Lo sé. Los templos, tienen algo de mágico. Supongo que las mezquitas también. Como sus llamadas a la oración con su canto, que me encanta y no me importa despertarme para escucharlo. Algunos Imanes, lo hacen de maravilla. Sé que me va a gustar, pero los templos, su imaginería, tan sugerente y colorista, eso, lo sé, lo voy a echar de menos.
Pero aún me quedan unos cuantos, bastantes, días en Tailandia, bajando para el sur, por la costa. Y, quizás un poco para el interior, aunque lo dudo, ya que en ésta zona, por el este, hay conflictos y no me quiero meter en jaleos que no me atañen, ni conozco. Pero me queda poco y, como no me lo tome con calma, en una semana, estoy cruzando la frontera.
Después de tanto mapa y tanto apunte, me he ido a la playa, baño indispensable, en un día soleado como el de hoy. A Rocinante le dejo atado a un árbol, pero no paro de pensar, en lugares tan congestionados como este, si no correrá peligro de adelgazamiento.
Bonita y relajada tarde, un poquito melancólica, eso sí. Ya digo. Las fiestas. La puesta de sol, espectacular, como siempre y los monos, que había al final de la playa, tranquilos y encantadores. Cruzan los arroyos por el agua. Yo pensaba que el agua era una vía de escape para huir de los monos, en caso de necesidad. Pero hoy he visto que no es así.
Y mañana, de nuevo al camino. Los primeros 20 km, ya me los conozco, pero voy de viaje, así que serán distintos. Tras eso, los descubrimientos, las sorpresas, el pedalear incesante y lento que, poco a poco, hace muchos kilómetros. Es curioso. Pasan los coches como balas y tu, tan despacito, vuelta a vuelta de rueda, luchando o a favor de viento, de cuestas, de imágenes, sonidos y olores. Es tan lento y tan maravilloso, que según lo escribo, me dan ganas de ir a por Rocinante, ensillar y salir ahora mismo, de noche. Un día lo haré. Lo malo es que no tengo faro, y para la carretera, mal asunto. Ya veré. Y he descubierto, el otro día, que las mariposas, vuelan a la misma velocidad que yo. Una me acompañó unos segundos preciosos. good luck, me dijo. Y sonreí.










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