4000 km, tres meses y entro en el cuarto país.

Pedalín, pedalán, he salido de Vietnam, a Bali voy y casi en Malasia estoy. Jajajaja. Mas de un millón y medio de pedaladas después, de sus 90 días y noches, de las muchas personas que he "conocido" y con quien he hablado y disfrutado, de la cantidad de mágicos momentos y también de otros nostálgicos y cargados de melancolía, de millones de miradas, de contactos con la naturaleza, de muchos picotazos de mosquitos, de cantidad y cantidad de sonrisas, de baños ansiosos en aguas reconstituyentes, de comidas con cosas, de empapadas y achicharramientos, de escuchar ruidos, cantos de pájaros, músicas de cada país, de compartir mesas y fiestas, de "jelos", de conversaciones en inglés imposibles, de sentimientos explosivos, de sufrimientos necesarios, de subidas y bajadas vertiginosas, también del ánimo, de conversaciones con Rocinante, de hablar solo, de cantar a viva voz y componer canciones sin más sentido que el del momento.... después de lo mucho que me olvido, seguro, de poner, después de todo ello, quiero más.
Voy sumando recuerdos. Vietnam, con su tráfico imposible, sus paisajes y ríos, su amabilidad. Camboya. En mi corazón, ocupa un lugar importante. Pais más pobre, sin apenas carreteras asfaltadas, mas que las principales, con personas todo dulzura, sencillas, amables. Y un lugar, Angkor Wat, que te hace soñar. Thailandia. Muy diferente. Mucho más avanzado. Impresionante Bangkok. Cruzarlo en bicicleta, tiene su aquel. Gentes tranquilas, silenciosas, sin los pitidos de coches y motos de sus vecinos. Pais precioso y verde. Ahora toca Malasia. Veremos, pero tengo de ellos, muy buenas referencias.
Han sido tres meses que se me han pasado volando. Qué lejos quedan aquellos días de inquietudes de Ciudad Ho Chi Min. Cuanto cambio. Constatar que ya eres un bicicletero viajero, con mucho que aprender, pero también con algo aprendido, que entiendes a tu montura, que comprendes el lenguaje del cielo, que te defiendes en cualquier, casi, circunstancia, sin temores ni sobresaltos. Que las distancias son pequeñas, que el mundo es grande, pero está al alcance de Rocinante y de tí mismo. Qué bonito.
Subo pierna derecha, bajo pierna izquierda, una y otra vez, con el silencio como compañero, sólo el sonido de las ruedas, y el de la naturaleza. Ecología pura. Y la naturaleza te lo agradece. Ves animales que sólo se espantan ante tu cercanía, oyes sonidos de ramas, de un coco al caer, de la gente hablar, de la tormenta lejana, del silbar del viento. Ves amaneceres y atardeceres cadenciosos ante tus ojos, agarrado al manillar, con los dedos puestos en las palancas del cambio, mientras miras, tranquilo y embobado tu alrededor.
Perdón por el disfrute. Se que volveré a estar con vosotros, rodeados de recibos y pagos imposibles, de vivir para trabajar, de inquietudes innecesarias, de deseos costosos. Pero, permitirme, por un tiempo, que disfrute de esta paz sin ofender, sin dar envidias insanas, de acercaros mis vivencias para compartirlas.
Ahora estoy con Buda, mañana, no lo sé.
Quiero más, y mañana comienza otra etapa en otro país. Hace poco, fue mi cumple mes, pero para mí, ha sido mi cumpleaños. De tanto regalo como estoy teniendo.
El reto, no es hacer kilómetros. Es vivirlos y, para vivirlos, he de hacerlos. Allá voy.
Gracias a todas aquellas personas que me quieren, me cuidan, me alientan y ayudan cada día. Son parte del viaje y, sin ellos, sería muy diferente. Gracias de nuevo.