Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














jueves, 19 de enero de 2012

El cuento de la Mariposa.


El viento roza el cuello de la botella y este emite un sonido de bocina de barco. Esto y la cerveza, tras el viaje de todo el día, le adormece. 

Sueña que está de viaje, recorriendo, con su bicicleta, las montañas y horizontes que ve lejanos. Sueña, más tarde, que entran en una gruta, cada vez más oscura. Va perdiendo la vista, la oscuridad lo invade todo, pero está tranquilo y relajado. No puede continuar. Se sienta en el suelo y se queda dormido. 
Cuando se despierta, tiene alas. Siempre lo ha deseado. Siempre quiso volar, surcar los cielos, subir y dejarse caer planeando, describiendo suaves curvas, pasar rozando el suelo, para volver a elevarse y, al llegar al acantilado, sentir en su cuerpo el vértigo placentero del que vuela. Es Mariposa.
Bate sus alas con torpeza, es la primera vez. A pesar de ello, se eleva un poco. Prueba otra vez. Con alegría, se eleva y ya no cae. Es sencillo, no hay que hacer nada. Sólo volar. Y está hecha para ello. Vuela sin rumbo, en dirección a la luz que ve lejana. Se queda cegada y cuando recupera la visión, un mundo inmenso se abre para ella. Verdes colores, plantas gigantescas la rodean por todos los lados, pero una flor, amarilla, la tienta con el brillo de una gota del rocío. Planea en dirección a ella. Tiene un manjar en el centro y volar la ha dado hambre. Pero hay otra, roja y más amarillas y azules. Y todas se ofrecen.
Elije una azul, su color preferido, y liba con la ansiedad de la primera vez el néctar que le regala. Cambia a otra, ésta amarilla. Y, más tarde a otra. Hasta que está saciada. Entonces vuela tranquila, descubriendo casas y montañas y personas y a otras mariposas. 
Se detiene en el alfeizar de una ventana. Sobre un arbol, en el suelo, vuela y vuela mirando sin descanso. Hasta que, abajo, ve una cosa que se mueve, por una carretera abandonada. Es un punto pero, a medida que se acerca, aumenta de tamaño. Va despacio, aunque a ella le cuesta seguirle. Es un hombre en una bicicleta. Vuela a su velocidad y él la mira. Se  miran. Y ve en sus ojos, historias y experiencias y en su cara una sonrisa. Y un deseo. 
Ahora es ella quien lleva la bicicleta y sigue a una mariposa. Y pasa el tiempo y el espacio hasta llegar a una cueva y la mariposa entra en ella, volando en la oscuridad, hasta posarse en un hombro. 
Y él, adormecido, sueña.



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