Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














sábado, 21 de enero de 2012

Santun (Tailandia)-Kuala Perlis (Malasia) 44 km. 4.072 Km. Thailand. Tailandia. Bicicleta. Rocinante. Capitannolas. Viajar.

Maravilloso y completo día. Claro que, sólo a mi se me ocurre cambiar de pais sin fijarme en los puestos fronterizos habituales, jajaja. Miro el mapa , veo dos puntos cercanos entre sí, y me digo, por ahí. Así que hice todo lo que hay que hacer cuando uno se levanta y salí, mucho más animado camino del mar. El cielo estaba encapotado, muy gris y oscuro, pero apenas caían unas gotas para 12 km., que tenía que hacer. Y ahí se mantuvo, hasta que una moto que venía de frente, a falta de 4 km, me hizo señas con las manos, que más adelante, llovía. Cierto como la vida misma. Llovía un poco, llovía un poco más y se abrieron los jarrones celestiales para dejar, en mi, su último recuerdo tailandés.
Pero no me iba a parar la lluvia, así que seguí, imperterrito, en mi camino. Me llamaba poderosamente la atención que, siendo un puerto, no pasaran furgonetas blancas y plateadas, las que transportan a los turistas. Cuando por fín, llegué al puerto, sólo iban a Ipe, creo que se llamaba la isla y a Langkawi, la isla importante, turísticamente hablando del norte de Malasia. Pero al continente, jajaja, no había barco. Y no entraba en mis planes hacer  más islas, por el momento.
Es muy bueno, para la salud mental,  no desanimarse y, dando por seguro, que no era posible no llegar al continente, pregunté y pregunté a moros y cristianos. Y, finalmente encontré la manera. Hay una barca, de las de pesca que, si hay pasajeros, te llevan. El precio, además, como es para los locales, es de risa. No ha llegado a los 9 euros. Así que, arregle cuentas con el barquero, que me acompañó a que me sellaran el pasaporte, sin hacer ninguna cola, le pagué delante del policia de aduanas, por si un aquel y a esperar que llegara más personal. Entre tanto, aproveché para cambiar todo el dinero que me quedaba por dinero malayo. Dos horas después, largas, sobre la una, éramos seis y las cuentas le salían. Como polizones escondidos, tapados por las lonas, a punto estábamos de axfisiarnos, con Rocinante en la popa, y con un motor ruidoso donde los haya, salimos del puerto camino de la costa malaya. Una horita de viaje, comodamente sentados sobre las tablas que cruzaban la barca de lado a lado, y abriendo uno de los laterales de las lonas, la de babor, emprendimos un viaje, a ras de agua, sin salvavidas de ningún tipo, que hizo que me acordara de los pobres sin papeles que llegan a España continuamente, aunque no tenía nada que ver, pues nosotros eramos viajeros de primera, comparado con ellos..
Por el camino, me preguntaba a mi mismo, como haría para que me sellaran el pasaporte si llegábamos a un puerto cualquiera. Pero Malasia es un pais adelantado y al llegar, la solución estaba en el mismo puerto. El camino fue tranquilo, a veces un poco de oleaje. El que iba enfrente de mí, un malayo, con su mujer, con el que había entablado conversación, me miraba cada vez que se movía más de la cuenta. Creo que se mareaba un poco y no paraba de comer. 
Al llegar, cogí Rocinante, le puse las alforjas y cuando me disponía a irme, tranquilamente, en dirección a un cheq point que tenía localizado en el mapa para que me sellaran el pasaporte, una abuelita, que había viajado con nosotros, con un saco de verduras y una caña de pescar, me llamó para que entrara por una puerta. Y allí estaba inmigración, jajaja.
Como éramos seis y no había ningún turista en cien kilómetros a la redonda, fue un plis, plas. Las funcionarias, muy simpáticas, me sellaron el pasaporte, me tomaron las huellas de los dos indices y a correr. 3 minutos. 0 dineros. Más feliz que una perdiz, me metí a comer en el primer restaurante que ví, pegadito al puerto. Arroz amarillo con tajada de pollo asado, muy rico. Al momento, me traen lo que yo pienso que, por el color, es un té, humeante. Qué majos son estos malayos, pienso. Como se enrollan. Sigo comiendo, dejando el té para el final, cuando al poco, veo que las camareras se inquietan, miran a mi mesa, me miran a mi, se dan codazos y finalmente, viene una, toda azorada, y me quita el té, para dárselo a otro que estaba detrás de mí, jajajaja. 
Me piden mil disculpas y nos reimos un rato. LLevo un cuarto de hora y en este pais son muy risueños. Me está llamando la atención. Termino de comer, pago, como un tercio más caro que en tailandia. Y salgo, camino de Kangar, para comprar un mapa de carreteras del pais. No he terminado de salir del pueblecito, que era enano, y el señor malayo del barco, me llama desde otro restaurante pegado a la carretera. Paro, me dirijo a su mesa y cuando llego, le dice a la cocinera: Plato de arroz y café para el caballero. Acabo de comer, pero no puedo hacerle un feo. Me vuelvo a comer otro plato de arroz, este blanco, nasigoren, creo que se llama, invitado y salgo de nuevo a la capital de provincia.
Cuando llego, no encuentro el mapa por ningún lado y, por más que pregunto, me mandan a las gasolineras, aunque un hombre me dice que, si no lo encuentro vuelva y me lleva en su coche a buscarlo. No lo hago, me da no se qué, así que a las cuatro, hartito de dar vueltas, incluso por las gasolineras, decido cambiar de ciudad e irme, más al sur a Alor Setar, para ver si hay suerte. Por el camino, le compro a Rocinante, la anilla que sujeta la tija del asiento, la que se me estropeo y tuvimos que hacer un invento del que tenía alguna duda y que, además, no me permitia hacer reglajes de altura.
Se me está yendo el tiempo y tengo cuarenta kilómetros para dos horas cortas. Pedaleo manteniendo 23/25 km/hora, incluso en las pequeñas rampas, pero no me apetece ir estresado, así que, cuando veo en la carretera un cartel de home stay, pienso que ha llegado la hora de parar y mañana será otro día. Aunque quería internet, por aquello de mirar la ruta en el map. No encuentro el dichoso home, así que retrocedo y me meto en una casa que hay bastante llena de gente. No he terminado de entrar y me dicen que me siente a comer. Voy un poco alterado por el ritmo y lo que más quiero es beber. Me bebo tres vasos fresquitos de agua con un suave sabor a fresa. Y me traen un plato de arroz con pollo asado y una ensalada de pepino dulce y frutas que está para chuparse los dedos. Son musulmanes y ellos comen con las manos. El que me ha invitado, pide a una persona que me traigan cubiertos y cuando los tengo, empiezo a devorar, jajaja. Charlamos y charlamos. 
Pero como puedo charlar si no se inglés, me digo. Pero no paran de preguntarme y yo de contestar. Es happy, jajajaja. Luego me traen unos riquísimos pasteles de postre y, más tarde aún, me dicen que mañana es la boda y que si  me quiero quedar, estoy invitado. Me preguntan que si quiero conocer a los novios, que están haciendo los honores a los padres y contesto afirmativamente. Cuando entro en la sala, soy el centro de atención y a mí, estas cosas, me acongojan. Les hago unas fotos, les felicito en inglés, que no sé ni como he sabido y salgo para irme a la home stay que, casualmente está cerrada, jajaja.
Falta media hora larga para que anochezca y decido no pensar más y tirar para delante. Ya veré que se me ofrece. Como a tres o cinco kilómetros, otro cartel de home stay. Me meto, pero también, por más que llamo, nadie abre. Llamo a otras casas que están alrededor, pero tampoco abren. Y hay, una casa estupenda, con un candado en la puerta que me hace pensar que ahí no vive nadie, en este momento. Tiene una columnas que sujetan el porche y calculo que entre ellas puedo poner la hamaca. En eso, llega un hombre en una moto que no quiere saber nada de mí, pero me pongo tan pesado, que le hago venir hasta donde pienso poner la hamaca. Como no es su casa y se quiere ir, me dice que no hay problema.
Instalo el campamento y cuando lo tengo todo instalado, tan mono, viene un coche y se para en la puerta de la casa. Me quedo de piedra. Por señas y antes de que se bajen, les pregunto que si la casa es de ellos. Me dicen que sí. Me da un ataque de risa. La señora se contagia y empieza a reirse, pero al hombre no parece que le haga mucha gracia. Se bajan y les pido mil disculpas. Les digo que he preguntado y me han dicho que no había problema y me dispongo a desmontar todo de inmediato. Me dicen que no lo haga, que está bien, que no me preocupe. Solo han pasado de visita y, cuando se van, una niña que va con ellos, su hija, me trae dos manzanas y dos naranjas. Malasia!!!!.
Llega, al rato, la hermana, que vive en otra casita cercana y viene a ver al desconocido que ha puesto una hamaca en casa de su hermana. Le cuento que ya he hablado con ella y se va toda sonriente. Ya tengo la mosquitera puesta y, cuando voy a lavarme los dientes, descubro que me he dejado el cepillo y la pasta en el último hogar.
Como lo que tocaba, era higiene y no tenía cepillo, jajaja, pues a bajar las uñas de tamaño. No era ni la hora ni el momento, pero tampoco tenía otra cosa mejor que hacer y, como me habían encendido el porche de la casa, para que tuviera algo de luz, pues allí me puse, a esos menesteres, en el centro de toda la entrada de la casa, que es donde más luz daba, cuando unos faros, empiezan a desviarse de la carretera y entrar en dirección a la casa. Ya no tiene solución y sigo tan campante. Un todo terreno blanco nuevo y reluciente, se detiene frente a mí, alumbrando mi manicura. Y de él de bajan dos hombres que, según se acercan a mí, me van preguntado, que de dónde soy, a dónde voy, etc. 
Uno es el hermano de las otras dos hermanas y es el dueño del home stay. Charlamos un gran rato y  me dice que duerma en la casa, que después de montar en bicicleta, voy a descansar mucho mejor en una cama y que pase a Rocinante al interior, para evitarle el relente y la humedad. Como insisten, lo hago. Me enseñan mi habitación, el baño y tal. El amigo, tiene un restaurante cercano y se van ahora a charlar allí y a que el dueño de la casa, Rasta, toque  la guitarra.Me apunto con ellos y vuelvo a las 12.30, yo, porque el amigo se ha ido antes y Rasta se queda, porque va a pescar y volverá de madrugada. Un muchacho, en una moto, me acerca a la casa y cansado, me echo a dormir. Zzzzzzzzzzzzzzzzz




















1 comentario:

  1. Lo mejor es verte con ese color porque aqui estamos todos con blanco febrero jajaja un abrazazo de el nuevo hermano de san sebastian guillermo y de todos los demas

    ResponderEliminar

Por favor, sea respetuoso con sus comentarios. Gracias. Aquellos que contengan insultos, u ofensas a razas o religiones, serán borrados.