Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














miércoles, 21 de diciembre de 2011

Cha am-Templo de Pak Nam Pra. 64.4 Km. Thailandia

Cha am, quedó atrás, pero no el turismo que sigue abundando por esta zona. Después de despedirme ayer de Jam y Jimie, el primero dueño del hotel, el segundo, canadiense y bombero jubilado, ambos viajeros en bicicleta, em dormí bastante tarde.  Y, como consecuencia, hice la propio para despertarme. No importa, sólo un poco más de sol y sed hambre, jajaja.
Desayuné antes de salir y antes de meterme en faena, busqué una librería con la intención de cambiar el mapa del país. El que llevo es escala 1.600.000 y ni con las gafas lupas, consigo enterarme. Porque, lo más curioso del asunto, es que los mapistas o cartógrafos, han superpuesto los nombre unos encima de los otros. Pequeños y superpuestos, pues ya me dirás.
llevo un par o tres de días con ansiedad de pan. Me apetece, lo que más, un desayuno de pan con mantequilla y mermelada y un café con leche. Así de sencillo y así de rico. Pero, el pan, es un lujo difícil de encontrar en éste lugar. Normalmente, desvió estas ideas de mi cabeza y no me ocupan lugar, pero cual si estuviese embarazado, esta mañana, sólo me ha faltado echarme a llorar por no poder desayunar así. Desayuné una sopa de arroz molido, verduras y puerco, con un huevo escalfado por encima. Y salí de la ciudad a través de la 4, porque no había más remedio. La fortuna es que, como ya estoy lejos de Bangkok, el tráfico ha disminuido mucho y los camiones, más. 
A ambos lados de la carretera, arboles de todo tipo de los que colgaban barras de pan, Las señales de tráfico, "pistolas" sujetando círculos o triángulos, camiones llenos hasta arriba, desbordantes de panes. Mis retinas, formadas por dos panes de pueblo o roscas, sufrían en silencio mientras el estómago babeaba jugos gástricos a litros. Necesitaba comer pan como fuera. En éstas estaba, sufriendo mucho, cuando en la carretera veo un cartel que dice: the baguette, 10 km.. Tan solo leerlo, hace que se me dispare el pulso. Baguette, 10 km., que querrá decir. Porqué no puede ser que anuncien una panadería en una general. La señal es de tráfico, idéntica a la de "ciudad tal, x km", no es de publicidad. 10 km, a 20 Km/h., media hora y a 30, 1/4 de hora. Rocinante no siente el peso y cadenciosamente, alcanzamos una velocidad media de 30, 32 km/h. En lo pequeños repechos perdemos algo, que recuperamos en la bajada y, en un abrir y cerrar de libro, estamos en la ciudad. Los ojos escudriñan cada carte, pero nada. Avanzamos más y, de repente, otra vez el cartel the baguette y ahora 50 metros. Babeo cada vez más, sólo de imaginar que va a ser verdad. Pongo el cuentakilómetros, 10, 20, 30, 40 y 50. Cafeterías y nada más. Continuo hasta los 200. Nada. Como aquí puedes ir, con precaución en sentido contrario, aunque casi nadie lo hace, vuelvo sobre mis pasos, y a los 50 metros, pregunto. Es en esa cafetería, me dicen. Voy hasta ella, tiene cristales ahumados, pero cuando abro la puerta, la abro al paraíso terrenal. Muchas barras y panes variados, repartidos por los estantes y bollos en las vitrinas. Cojo el pan que más pesa, es integral, gordo y hermoso, y una baquetee recién hecha y salchichón, que ni me acordaba de su existencia, y un bollo riquísimo y mermelada y mantequilla, dos taquitos de esos de los restaurantes. Me dejo un sueldo en la caja, pero seguro que he sido el cliente que más feliz ha pagado su cuenta. Luego he salido, sin tocar el suelo y me he comido media baquetee, un litro de leche y el bollo, en un santiamén. He comprado un café frio, para el desayuno de mañana y de nuevo a la carretera.
Que bonita es la realidad. Los árboles, las señales de tráfico, los perfumes de las señoras que va en moto… Me ha adelantado una, como una exhalación, que iba dejando una estela a fresas. Delicioso. Los pájaros. Hay uno que empieza algo así como cuuuey, pero bajito. Luego lo va repitiendo y cada vez un poco más alto y la u más larga. CUUUUUUUUUEEEEEY. Y chilla mucho. Como los perros, cuando se acerca el enemigo. Chillan antes de que les toquen, jajaja. El otro se da por satisfecho y se va por donde vino.
Kilómetros a delante, otro viajero en bici, Martín, italiano, sale de una gasolinera y nos juntamos. Le pregunto que si lleva mucho tiempo viajando y me dice que 1 hora, jajajaj. Así iba todo de brillante. Equipo perfecto e impoluto. Cruzamos impresiones, que va a Phuket, y me dice que un placer, poniendo pies en polvorosa. Rápidamente gana distancia y eso que yo no voy parado, pero no estoy para piques con jóvenes impolutos. Me sorprende su fortaleza, pues en poco tiempo casi le pierdo de vista pero, tras una larga subida y una bajada de vértigo, con nueva subida, al coronar la segunda le veo cerca, muy cerca y se detiene en una tienda. Paro a saludarle. está jadeante, casi no puede hablar mientras que, está mal que lo cuente así, pero para eso lo escribo yo, jajajaj, mientras que, decía, mi respiración es tranquila y pausada. Como he visto que no quiere compañía, cosa que agradezco yo también, pues me gusta ir parando a mis fotos, etc, salgo y le dejo en la tienda. Un fuerte abrazo, Martín. Pero poco después, veo las plantas que dan las piñas. Siempre me preguntaba de dónde saldrían la piñas, si de árbol, arbusto, planta. Y ahí estaban ellas, son parecidas a las pitas, pero dan pitñas, jajaja.
El otro día, siempre se me olvida contarlo, tuve una luciérnaga en mi habitación. Muy emocionante, precioso. Volaba, con su lucecita verde intermitente por la habitación. Estaba alelado viéndola. Es muy intensa la luz, subía y bajaba, iba y venia como un helicóptero en miniatura, hasta que, tonto de mí, se me ocurrió encender la linterna para ver como era el animalito. Y ya no volvió a lucir más.
Martín y yo íbamos buscando un parque natural. En el cruce en el que nos separamos, a mi me toco el parque, pero no pude avisarle, lógicamente. Es un parque repoblado en unos terrenos de desechos químicos. Menuda joya han conseguido. Son manglares. Y, una vez terminada la excursión, con sesenta y pico kilómetros, empecé a darle a la cabeza que me apetecía dormir en el campo. Como no encontré uno de mi agrado, me he venido a un templo. Estoy al semisereno. Tengo techo, pero no paredes, excepto donde tengo el nido, que ahí sí. El resto está abierto. Y tengo, al señor Buda, tumbado y durmiendo, como yo dentro de un ratito. A los Budas, les ponen ofrendas y, entre estas, comida y bebida. Es duro, para el viajero, respetar las tradiciones y no comerse los plátanos y las manzanas, ni beberse las fantas o las aguas, pero, a pesar de mi perfil maligno, jajaja, hasta ahora, lo he respetado.




























1 comentario:

  1. Vaya historia la de la baguette... Esperemos que en 9 meses... No... seguro que no... jajajajaja..

    Me alegra verte bien y en perfecto estado de revista... Y verte cada vez más sabio...

    Un abrazo.

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