Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














jueves, 27 de octubre de 2011

Phu Quoc

Voy a empezar por el final.  Tras las cena, llegué al hotel (el más caro hasta ahora, está un sitio "auténtico", pura caca para cualquier turista, excepto para mí, por aquello de que puedo con todo y además me gusta). Bueno, pues eso. Como iba diciendo, acababa de llegar al hotel, después de darme una opípara cena, en un restaurante, cosa que, hasta ahora, no había hecho. Y entré directamente al baño, a darme una ducha. Había, para enjabonarse, unos sobrecielos de jabón líquido (dos). Cogí uno, e intenté abrirlo con los dedos. Imposible. Probé esta vez con las uñas, pero por más que las clavaba, y no son cualquier cosa, mis uñas, nada. Finalmente, y dado que necesitaba enjabonarme, no me quedó otro remedio que probar con los dientes. Un intento, dos intentos, tres intentos y nada. Ese sobre estaba blindado. Entonces lo trinqué entre los colmillos y tiré de él, pero no se abría, el condenado. Tiré aún con más fuerza y, para tirar con más fuerza, lo cogí más sólidamente y, claro, se abrió. Se abrió y todo el contenido fue a parar a la boca. Lo estaba estrujando. Mierda. La boca se me llenó de jabón de hotel. Curiosamente tiene el mismo sabor que olor. Puaj. Lo tiré de inmediato y empecé a enjuagarme. La boca se me llenaba de espuma. Más me enjuagaba, más espuma tenía. Me empezaron a salir pompas por la nariz. Tenía la boca y la nariz llena de pompas. No es muy recomendable, aunque seas chuleta y estés actuando en el circo. Finalmente, remitió, pero no tenía jabón. No, no lo intenté, de nuevo, con el segundo sobrecillo. Directamente, cogí la multiusus, y me llevé una esquina. Y me enjaboné vengativamente, más de lo normal, hasta casi hacerme sangre, porque eso era lo que necesitaba hacer.
Esta mañana, no me quería levantar. Estaba muy a gusto en la cama. Tengo que contaros que, últimamente, al amanecer, o sea, a las 5 de la mañana, el gobierno debe ser, me imagino, porque si no, al capullo, lo habrían ya llevado al patíbulo, ponen a través de altavoces por todo el pueblo, peroratas de un y una menda que, sabe dios, quienes son. A todo volumen. Como yo no tengo nada que ver en el asunto, pues me mosqueo y bastante porque, por unas cosas o por otras, la dormida de momento, es más bien escasa. Ya sabéis, cambios de cama, ruidos, fríos del aire, más ruidos, voces, mas voces. Aquí no hay quien duerma. Y para colmo, a las cinco, los altavoces. Deberían considerarlo.
Pues no me quería levantar. Pero ya que tenía el desayuno incluido en el hotel, tras remolonear bastante, hice un esfuerzo. bajé a recepción a preguntar por mi desayuno, brekfast, creo que se dice. Respuesta: si quieres desayunar, vete por ahí y hazlo. ¡Pero bueno, esto es indignante!, debería de haber dicho, pero haber quien lo dice en vietnamita (único idioma que hablan, mayormente). Ayer, intento decirle, cuando pregunté el precio de la habitación, pregunté si estaba incluido el puñetero brekfast. La respuesta fue afirmativa. Repetí: room plus o more, no recuerdo, brekfast, two handred. Yes fue la respuesta. Brekfast in the hotel, insistí. Oh, yes, sir. Ok, añadí, no se diga más. Pero lo más curioso es que ya es la segunda vez que me ocurre. Me dicen que sí cuando reservo y, luego, por la mañana, es otra persona la que está y se hace de nuevas. Y yo, pues para que discutir, jajaja. Sobre todo, ¿cómo?, jajaja. 
Sin desayunar salí de la habitación, con todos los bártulos y fui en busca de cambio y de brekfast. Ví un banco. Al entrar, te sientes, como mínimo, ministro de agricultura. Te abren las dos puertas, dos propios, (te han visto desde lejos, antes de entrar) te sale a recibir una estupenda ejecutiva, dicho con todos los respetos, pues va referido a su eficacia, echan a la gente del mostrador y el rey, eres tú. Realmente, no comparto estos procederes pero, excepcionalmente y, por una vez, que bien se siente uno Mr, vanidoso, Marshall.
Salgo con unos cuantos millones en mi bolsillo secreto y, justo en la puerta, un "restaurante" de los que yo uso para mis comidas, cenas y brekfast. Me siento, en un minitaburete, pues aquí, o se acuclillan o minitaburetes, y hoy, no pido nada, dejo a ver que ocurre. Me preparan un plato caldoso de espaguetis de arroz, brotes de soja, gambas y pescado, aparte los aliños de ellos, que estaba hummmmm. Para chuparse los dedos. Cuando terminas, debes limpiarte la boca con un palillo. Incluso te lo dan, si no lo haces tu por tu cuenta. 1$.
Y, de ahí, a por el billete del barco. Ayer descubrí a través de internet, que para ir a mi isla deseada, hay barco directo, desde aquí. Decido, como es fácil suponer, dejarme de rodeos e ir al barco. Tres y media horas después, y 17 dólares de menos en mi bolsillo me plantificaron en la Isla de Phu Quoc. Con Rocinante, lógicamente. El viaje fue tranquilo, sin apenas olas y, tras mucho tiempo sin comer, me planté en The Island. Una cosa curiosa ocurre. Dice Miguel, mi hijo, que siempre que se encuentra con otros viajeros, se saludan. A eso, tengo que hacer una salvedad. Te saludan si eres joven. Ya me encontrado con algunos extranjeros que ni me miran, jajaja. Pero vamos, que ni existo. 
Ya en la isla, cargo a Rocinante y, más contentos que unas castañuelas, me dirijo a dónde la mayoría de los coches y mi instinto me dice. La carretera, para coches y motos, es un infierno. Para mí, menos. Los grandes baches y charcos, a mi velocidad, me afectan poco. Y tiro y tiro. El calor es sofocante por la humedad, pero vamos tan contentos que ni sufrimos. Llevo la referencia a través de internet, de unos bungalows estupendos y baratos, junto al mar, donde las olas lamen la playa. Llego tras mucho preguntar al sitio y, o los hubo y ya no los hay, o ni los hubo. Resultado, el día está muriendo, no me conozco el percal y me dicen que, por aquí, no hay hotel, que el más cercano está  a 11 km.
Como no me creo nada, por sistema, ni de bueno ni de malo, pregunto y pregunto. Y sí, hay hotel, ni muy bueno, ni muy barato, 15$, pero hay. Nada más coger la habitación, ni me ducho, estoy muerto de hambre, pero mucha, mucha hambre. El pueblo, es un pueblo pobre, muy modesto. Casas bajas, chozas, comercios familiares, en fín, lo que viene siendo éste país y que tanto me gusta. Y pegado al agua, un restaurante de los de verdad, con mesas con manteles y sillas vestidas. Decido hacer una excepción y tomar mi primera comida en un restaurante, con mantel y servilleta. Como en todo restaurante, me ofrecen la carta, de la que no entiendo ni papa. Digo que quiero ver la comida y me llevan a unas piscinas, llenas de bichos del mar para que elija. Se me hace la boca agua con la elección. 
Todo sería perfecto, si no fuera porque, tras terminar, me entró cargo de conciencia de los pobres animalitos, que estaban tan estupendamente, nadando en su piscina y tras señalarlos, luego me comí. Jopé.
Y, de ahí, al hotel, a dormir, ya que aquí, al menos, no hay internet, que mañana tocan cuestas y cambiar de hotel, creo.
Nota: Parece que la isla es muy verde, muy bonita y muy, muy tranquila pero con muy malas carreteras.













1 comentario:

  1. Hola Juan... Veo que va todo viento en popa, anecdotas arriba, animo viento en popa, molinos de viento controlados y rocinante en plena forma...

    Respecto a los saludos, ni caso, tu saluda, en español... No sea que encuentres a los de "Españoles por el mundo"...

    Sin embargo respecto al caso, me parece curiosisimo... deben de verte como un "fugado" de la vida rutinaria y la envidia... la envidia es muy mala Juan... :D

    Estoy disfrutando un monton de este viaje!!!!

    ResponderEliminar

Por favor, sea respetuoso con sus comentarios. Gracias. Aquellos que contengan insultos, u ofensas a razas o religiones, serán borrados.