Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














domingo, 30 de octubre de 2011

Phu Quoc. Rach Tram y Bai Thom. 90 km.

Nuevamente estamos sin electricidad en los Bungalós, así que toca escribir fuera del blog y luego colgarlo. Ayer salí todo convencido de que mi excursión al norte de la Isla, era perfectamente posible y que, más que nada, se trataba de dar pedales continuadamente. Paré a desayunar en el pueblo, para llevar las pilas cargadas a tope. Tocó, más o menos el mismo tipo de bravaje, para mí es como la poción del druida. Un caldo, hierbas, cosas solidas pero masticables y, a veces, un picantillo, que no molesta.
Me tomé, el brebaje completo, que aquí es costumbre no dejar nada en el plato y limpiarse los dientes con palillo, e incluso hoy, me bebí parte de un té aguado que ponen con hielo para acompañar las comidas y que no se si te lo cobran o te lo regalan, porque unas veces lo ponen y otras no.
Y salí todo contento, con mi escudilla de pareados para los ocasiones difíciles o complicadas. Porque cuando voy en ruta, a veces canto a voz en grito y otras, recito versos con rima o sin ella, depende de la dificultad de la rima, para ahuyentar los malos momentos, situaciones y adversidades de la carretera.
Y a dar pedales. La carretera es una autopista de doble carril, en un estado entre bueno y malo  muy malo, con tramos de tierra y marcadas rodadas. El comienzo no era malo y el tráfico, aun siendo abundante, para nada era molesto. Pasados tres o cuatro kilómetros este se diluyó y quedamos, Rocinante, yo y algún loco que se aventuraba hacia más allá de los confines, pues en esa dirección no había ni pueblos ni nada.
A los diez o quince km., el viento, que soplaba brisa, empezó a arreciar y avanzar, en determinados momentos, se convirtió en un suplicio. Entoné la rima del viento "viento agrestes, no molestes". Hasta en las cuestas abajo tenía que dar pedales. La ruta en total, fue durilla. Un logro para mí, con 90 Km., en total, repartidos en asfalto, graba de granito, a veces suelta, y "carretera nacional" de tierra roja durante 25 km, en total, de los cuales, algunos, con peligrosas roderas.
plantación de pimienta

En el camino, se cruza un bosque protegido, que es una auténtica selva. Muy bonito y cerrado.
preciosa seta de los arboles




Esta flor, estaba escondida en un agujero, donde apenas le daba la luz


Arbolazo

Muy a lo lejos, llegue a un cruce. Tenía que decidir entre la derecha o la izad, teniendo la izad., 10 km., hasta el destino y siendo de tierra roja, o a la derecha, de asfalto en ese momento y 2 km.,  hasta la playa de Bai Thom, uno de mis destinos. parado en la cuneta, entoné el "pinto, pinto, gorgorito" y me salió el de la derecha. 
Los kilómetros pasados habían hecho que el agua que llevaba encima se hubiera calentado lo suficiente como para ser agua caliente y llevaba un buen rato buscando algún colando donde tuvieran la maquinita estruja cañas de azúcar. Pero no había ninguno. Al entrar en el poblado (no eran más de 15 casas), en una de ellas, plaf, la maquinita. Sooooooooooo, le dije a Rocinante. Mmmmm, estaba fresquito y dulce, pura ambrosía. Me lo bebí en un santiamén y, a punto estuve, de pedirme otro más, pero lo deje para la vuelta. Al pagar, me pidieron el doble de lo normal. Bueno, ocurrió una cosa graciosa. Al llegar, vino una chica que hablaba inglés. Y al pagar, al preguntarle a la chica cuánto era, me dijo que cinco mil, mientras que el paisano que también estaba en el puesto me pidió, en vietnamita, 10.000. Lógicamente, me hice el inglés, y pagué 5000. No me pusieron muy buena cara, de modo que monté en Rocinante, metí espuelas, y a por el mar.
La primera playa a la que llegué


Y el coco que me bebí para recuperar. El niño su puso para salir en la foto


La selva, junto a la playa


Casita de pescadores típica


Me invitaron a cerveza y a quedarme con ellos


Inventos navegables


Esto lo hace un bichillo de las arenas del mar


El que no tiene una barca para pescar es por que no quiere. Cañas y poriespan




la isla a la que no conseguí llegar


caracolas que se iban a zampar

Y, por fín, el mar. Mi primera etapa conseguida. Sudoroso, sediento aún, cansadillo…. Lo que veía, me parecía bonito, sí, e incluso muy bonito. Si hubiera llegado en coche, con aire acondicionado, estaría diciendo: guauuuuu. Bueno, eso es lo que diría Pluto. Yo diría: Ohhhhh1.
No había un alma, ni hoteles, ni restaurantes, o al menos que se vieran. Un kiosquillo, playa larga y barquitos en el mar. En el Kiosquillo, me pedí un coco, que me bebí como si me hubiera cruzado el desierto y, ya más sosegado, decidí irme a ver una isla que se veía en la lejanía. Dejé a Rocinante, con su carga, excepto el bolso de los tesoros que siempre me acompaña, en el Kiosquillo, al cuidado de la familia regente, y eché a andar playa  a delante.
A mi derecha, casas abandonadas con sus barcas incluidas, al menos en este momento, que igual en temporada alta, se instalan. A mi izda., un mar embrabuconado (jijiji). Mientras andaba, me dí de bruces con un grupo de amigotes que comían en el monte y que me invitaron a sentarme y a cerveza. Di un trago (largo), les hice la foto que me pidieron y quedé, en que a la vuelta, me sentaba con ellos (a la vuelta ya no estaban).
Andube más y, cuando estaba, como quien dice, a tiro de piedra de The Island, zás, pequeña pero muy profunda desembocadura de pequeño rio, que me impedía, con la bolsa de los tesoros en mi poder, continuar y llegar a ella. Me dio una profunda depresión y tuve que invocar a "más se perdió en la guerra de Cuba y no se pusieron de mala uva", para mantenerme en mis trece y volver por donde había ido.

Al llegar a Rocinante, tras ensillarlo, noté que la cadena chirriaba, pero mucho. Las lluvias de los dos últimos días, con Rocinante durmiendo al sereno, la habían dejado bastante oxidada y temí que se gritara. De nuevo tuve que entonar un pareado: "Oh, cadena de eslabones, no me abandones". Y, esta vez, sí, funcionó.
A por la siguiente etapa. Eran las 13.45 y tenía, según la señal, 10 km de tierras rojas más dos hasta la señal. Cantando como un loco, me metí en la "nacional" , camino de Rach Tran, 10 km. No era mala, con los típicos bachecillos de las pistas de tierra y alguna rodada no muy profunda, me permitía avanzar a unos 15-18 Km. por hora, con un calor de mil demonios. Ah!, jajajaja, olvidé contar que, cuando volví a pasar por la caña de azúcar, donde pagué 5 al que me pedía 10, y teniendo en cuenta que era el único en miles de kilómetros a la redonda, me paré de nuevo a tomarme otro. (no había comido y deseaba que en Rach Tran, me dieran). Se hicieron los longuis, jajaja, pero yo me hice la estatua de sal y allí me quede plantado, hasta que, no se si por pena o por vergüenza, me hicieron caso. Tras negociar el precio, (por 5), me tomé otro zumo, un poco escaso, eso sí, pero bien frio.
Por la carretera roja estaba yo parado un poco en una sombra, haciendo una foto o un video, no me acuerdo, tan campante, cuando un motorista que venía de frente, se detuvo y me dice, lo que yo entendí así: No sigas, chaval, ni de coña. Ayer. con las lluvias, a 5 Km., la carretera quedó destruida y tres más después, buaj, ni te cuento. Date la vuelta y tira, anda!. Y yo, para ver si lo que he entendido, es cierto, se lo repito. Confirma. Pareado: "Aquí estoy y sin verlo me voy". Entonces, señalando al mapa con el dedo,  le pregunto ¿Rach Tran? y me dice: todo para adelante. Vuelo a preguntarle ¿Rach Tran?. Me contesta, alterado, que sí, que sí, que para delante. Arranca y, levantando polvo rojo, se va. "Que una nube de polvo te atrape, zape".
Decido continuar y ver por mis ojos, de que me hablaba. Lo que quería decir es que, durante 5 km., la carretera era como hasta ahora, después, durante 3, se estrechaba y subía y bajaba como una montaña rusa y, los dos últimos eran la mismísima entrada a los infiernos. Profundas rodadas, grandes baches, charcos, camiones abandonados…. Y, al final, el pueblo.
Iba asfixiado, muerto de hambre y muy cansado e implorando "a ver a ver, si en el pueblo me dan de comer". Llego al pueblo y…. no es pueblo, es un conjunto de casas de pescadores y nada más. Muy bonitas las vistas del agua, sí, preciosas, pero si pillo al de la guía, lo hago albóndigas y me las como. No lo puedo creer. En una casa, juegan al bingo, la gente en la calle y, entre el personal, veo alguna botella de refresco. Pido una y ruego que esté fría. Y lo está. Me piden 10. Doy 10 en billetes de 2. La señora empieza a hacer gestos muy molesta y me pide 2 más. Tururú, le digo. Entonces, me hace un desaire y se va diciendo imprecaciones. No me gusta que las cosas se queden así. Voy a ella, le pido el dinero, y se lo cuento, sobre una mesa 2+2+2+2+2=10 no?. Se ríe y me manda al cuerno. 
Doy un paseo por el poblado, me hago unas fotos con una pareja, me rio con los niños, a los que también hago fotos, compro unas uvas y una manzana, por las que me clavan y comienza la vuelta. Según salgo del pueblo, zás, un coco. Un gran coco, sin agujero, o sea, lleno de gran líquido. Lo cojo e intento sujetarlo a Rocinante. Mal que bien, lo consigo, pero tras pasar por los 2 primeros baches, el coco al suelo. Lo recojo y busco como llevarmele hasta un riachuelo que, al venir, he visto y llevaba aguas transparentes, donde lavar la fruta y comerla. Por fín se me ocurre meterme la camiseta dentro de los pantalones y el coco en la barriga. Funciona. Embarazado de 9 meses, recorro cuatro kilómetros, hasta el riachuelo. 















Me como la fruta y me bebo el coco, abierto tras ciertas dificultades. Estoy un poco más entero, pero me quedan 40 Km y son las 15:25. Tengo 2 horas para la vuelta, antes de que se haga de noche. Le meto caña y con pocas paradas, llego. estoy desfondado, pero orgulloso y sobre todo muy hambriento. 
En el primer puesto de la calle que llama mi atención, me detengo. Me como un plato de sopa con hierbas y brotes, Otro de medio pollo con más brotes y otras hierbas, un refresco con mucho hielo, pido un mango en rodajas y veo que, a mi izad., un puesto  tiene huevos "cocidos". Me levanto y pido uno. Busca entre todos, el mejor, sopesa uno, mira al otro, rebusca y, finalmente, de la parte de abajo, el más calentito, es el que me ponen. Le atizo con la cuchara, la cascara, cede, levanto un trozo y lo que veo, no me convence un pelo. Es de noche y veo mal, pero no me convence un pelo. Pienso que está malo. Quito más cascara, hasta la mitad. Sigue siendo entre negro, amarillo, gris… y parece tener plumas. En mi tierra, esto sería un huevo putrefacto. No se que hacer "para qué habré pedido un huevo, so lelo". Pregunto al de los huevos que cómo se come. Se levanta, solicito y corriendo, me trae un palto, para que lo eche. Eso hago y… Ahhhhhhh!, el huevo de divide en tres o cuatro trozos, donde uno de ellos es un polluelo, con pico y ojos!!!. Mito al hombre buscando consuelo y sonriente, absorbe con su boca, indicándome lo que he de hacer. Sonriente, asiento. Cojo una de las cosas que no son polluelo y me la como, y luego otra y, en un despiste, el polluelo, a las sobras del pollo. Lo tapo con esmero para ocultar mi delito. Me mira de nuevo el huevera y, sonriente, me como el último trozo de lo que sea, que tenía el huevo dentro.
Me como, el mango y salgo, todo recuperado, en busca de un ciber. He de conectarme
Esta foto va dedicada a una persona muy especial


Fabrica de ladrillos artesanales

1 comentario:

  1. La verdad Juan que estas aventuras tuyas son apasionantes, no se si es por que mi imaginación me hace acompañarte en ellas, o por que ademas de excelente fotografo, eres un excelente narrador...

    Chico que angustia con lo del pollo... en fin, serafin... cuidate mushasho y aprovisionate antes de salir... aunque sea con fruta...

    Un abrazo.

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