Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














sábado, 4 de febrero de 2012

Gua Musang-Cameron Highlands. 89 Km en bicicleta. 130 km reales. 4.794 Km. Total. Malasia. Malaysia. Viaje. Rocinante. Capitannolas.

El día, se puede resumir, como una paliza inacabable, de subidas y alguna bajada por el medio de la jungla.
Salí con las biliruminas mucho más centradas y contento del día que empezaba. No hacía sol, pero tampoco llovía e iba a ir por las montañas, que aunque no me gusta el esfuerzo, me llena el resultado. Al poco de salir, paré para hacer unas fotos y, más adelante, cerca de 10 km., me desvié para coger la carretera de Cameron Highland, con una distancia total de recorrido de 130 Km. De sobra sabía que era imposible hacerlos del tirón. Es más, ni siquiera se me pasó por la cabeza.
Y así, empezó un día de grandísimas e inacabables subidas, bajadas, subidas, avance por las cimas, bajadas, mucha más subida....
Era una auténtica paliza,pero como iba bien, el cuerpo me respondía y la cabeza también, pues, patapum parriba y ya llegaremos. El paisaje, semejante a los días anteriores. Monos, mucha selva, cantos de pájaros, a los que yo imitaba, manteniendo largos y entretenidos diálogos, ríos marrones de lodo, plantaciones de palma.... De todo, menos humanos.
La carretera, con cierta frecuencia, tiene los mojones kilométricos y mi plan, era que cuando ambas cantidades se igualaran, la de mi cuentakilómetros y la de los mojones, es decir, cuando ambos marcaran, más o menos, 65, a partir de ahí, buscar acomodo.
Pero desde que me estrené en esa carretera, lo que había observado, es que no había nunca nada. Ni casas, ni puestos de comida o bebida, gasolineras, nada. Los kilómetros pasaban y la nada, más que selva, era lo que veía. Y llegué a mis kilómetros, cansado, lógicamente, pues hacer 65 km subiendo interminables y constantes cuestas, a veces con un sol de justicia, castiga. Llevaba, afortunadamente, suficiente agua y comida. Menos mal. Porque lo acabé todo, pero pude mantenerme hidratado y alimentado casi todo el día. Y empezó a llover a lo bestia. A los 75 km., la noche empezaba a avisar de su inicio, mis piernas me miraban pidiendo clemencia y mis ojos, buscaban, desesperadamente, alguna solución, en medio de las montañas. Paró un coche a mi lado y le dije que si había dónde comer, primera necesidad a cumplir, sobre todo porque encontrando una casa, ya me buscaría la forma de dormir, o en ella, o en su exterior, con la hamaca.
Me dijeron que 1 km, para atrás, había un desvió y que a 100 metros, había un puesto de comida. Volví sobre mis pasos, y al llegar a un cruce, cerca del kilómetro (y no había más desvíos, pues acababa de pasar por ahí, hacía nada), miré y no había nada. Ni puesto, ni casa. Justo, en ese momento, por el lado opuesto, apareció un Land Rover, todo cargado de bambú. Les hice señas de que esperaran para preguntarle, si de donde ellos venían, había algo. Y eso hice.
Me dijeron que no había nada y me preguntaron que a dónde iba. Les dije y me dijeron que ellos iban hacia allí. Que me llevaban. Y que era mejor que lo hiciera, porque quedaban 40 Km., de montaña y ningún sitio donde parar. Y accedí.
Dos muchachos, muy simpáticos y gentiles, subieron a Rocinante encima de todas las cañas que, con ojos de cordero, me preguntaba ¿pero cómo consientes que me hagan esto?. La ataron bien atada y los tres dentro de la cabina, con risas, mucho ruido y mojadas de pies, cada vez que pasábamos sobre un charco, empezamos a rodar, camino de Cameron.
En cuanto llegamos a las cercanías de la civilización, pararon y se bajó el copiloto. Al poco, volvió con platanos fritos, para que fuera quitándome el hambre, porque les había dicho que estaba hambriento. Continuamos nuestro camino, hasta llegar a la pequeña city, donde paramos a cenar y la que también me invitaron. Muchas gracias!!!.
Después me acercaron hasta el desvío de mi carretera, pidiéndome perdón por no acercarme ellos al pueblo, (encima!!!) e informándome que eran 10 km, de montaña, eso sí. Y de nuevo a sufrir, porque no eran 10, sino 16. Seguramente, se referían a que 10, eran de subida inmisericorde y absolutamente nocturna. Vamos, justo lo que necesitaba para rematar el día (menos mal que había comprado el faro de la cabeza).
Y, por fín, tras una larga y satisfactoria bajada, el pueblo. Traía una referencia de una guest house, de un español que había estado aquí, pero estaba en obras. El dueño, me mando a otras semejantes y todas llenas. Estaba muerto y con poca comida, después de la subida. Y haciendo un recorrido, moribundo, por todas las opciones posibles, hasta que encontré una, donde no hay habitación, pero tienen sofás, en los que puedes dormir y usar los baños. 5 rings.
Me pedí una cerveza, que hacía siglos que no tomaba, me duché y me dormí como un angelito. Y, ahora, día siguiente, he ido a ver si había habitación en alguna y nada. Además,  está lleno de turistas y, acostumbrado a la soledad de las montañas, me siento incómodo. He decidido que me voy, cuanto antes, o sea, a marchas forzadas, a Kuala Lumpur, para cruzar a Sumatra y sumirme, de nuevo, en el viaje, sin estas vicisitudes últimas, jajajaja, espero.
O......









así van las ruedas, después de 5700 km

Y así voy yo de feo, jajaja





Rocinante sobre el land rover















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