Objetivo:

viajar en la bicicleta, Rocinante, por diferentes culturas. Vivirlas, empaparme de ellas, de la lentitud del viaje, de las sensaciones, olores, sonidos, emociones y consecuencias. Ser esponja del mundo que me rodea en cada momento. Crecer un poco más, para ser más humano, sencillo, abierto. Y compartirlo.
De momento, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia...














lunes, 6 de febrero de 2012

Cameron-Tapah. 62 Km. Malasia. Malaysisa. Viajar. Bicicleta. Rocinante. Asia. Capitannolas


Otro día de dormir en una sofá, aunque el de esta noche, era mucho mejor que el de la anterior. Más grande y confortable, y fuera del Daniel's bar, que tenía una hoguera y, por tanto, humo. Y me fui de Cameron. Estaba deseando, la verdad. Es que, en cuanto hay multitudes, no me apaño y si son de turistas, menos. Pero necesitaba descansar un poco y, al menos, eso he podido hacerlo.
Hoy ha sido un día glorioso. Desde que he salido de Cameron, bajada y bajada. Primero, los campos de té. Una maravilla estética donde las haya. Vaya cultivo bonito que se han montado. Son como setos, bajitos y zizageantes, que recorren cantidades inmensas de montaña. Había visto fotos, pero verlo en la realidad, te impresiona. Y luego, el cultivo de fresas. Regadas con el agua de una cascada de montaña, las crían enmacetadas y dispuestas, muy ordenadas, en caballetes de madera. Y están buenísimas.
La carretera baja por entre la jungla. El paisaje que la rodea es espectacular. Grandes árboles y plantas de frondoso verde, monos que te pegan un susto de muerte, como uno que se tiró desde lo alto de un árbol que estaba encima justo de la carretera y que parecía que te caería encima, hasta agarrarse, al final y frenar. Todo esto, haciendo ruidos,  rompiendo hojas y ramas, y formando un alboroto que estremece del susto. Curvas y curvas, con no muy buen asfalto justo en ellas, te van bajando al mundo tierra desde las alturas celestiales. Hay casas de madera y poblados de ellas, diseminados por aquí y por allá. También hay puestos, al borde de la carretera, con hojas largas, como bayas y otros productos que no se muy bien para que son, aparte de cestería y souvenirs. Las personas que los regentan, parece que fueran de otro país o, al menos, de otra etnia. Quizás sean los originales malayos, no lo sé, pero desde luego, tienen un aspecto diferente y como más ancestral. En uno de ellos, compartí mis fresas y tiramos con la cerbatana. Y, desde luego, los poblados son muy pobres, con casas de madera y techos de uralita de hojalata.
Y seguía bajando y bajando. 55 kilómetros de bajada, prácticamente, pues había que pedalear de cuando en cuando, pero poco. Una jornada inolvidable y menos mal, porque he descubierto algo que me preocupa. Estoy desfondado y no tengo fuerzas ni para subirme a la bicicleta. Cada vez que tenía que pedalear, me costaba un esfuerzo ímprobo y, sólo al final del día, pedaleaba con algo más de soltura. Cuando he llegado a Tapah, y he encontrado el hotel, con cama, me he sentido muy descansado y feliz, jajaja. Hoy salgo hacia Kuala Lumpur. Creo que, el miércoles hay una fiesta india, preciosa y espectacular y no me la quiero perder, de ninguna manera. 150 km, en dos días, espero poder hacerlos, jajajaja.















































1 comentario:

  1. Animo Juan!!!! No te fuerces.. Yo lo hice en la ruta, y al final pete!!!...

    Bueno, las ruedas las veo bien... Si ves algun alambre del tejido de la rueda, cambialas... Pero como mucho aguanta unos 1000km más.. Si te falta agarre tambien cambialas...

    Tio no te fuerces... de verdad... Cuidate mucho.

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